10 de julio de 2012

Entrevista al Colectivo MAGÉNTA por FOEMINAS




¿Cuándo os constituisteis como colectivo?

El 25 de Noviembre de 2005 emitimos nuestro primer manifiesto por el Día de la No Violencia Contra de la Mujer; informando de esta manera a la sociedad, a los grupos feministas y a las diferentes comunidades de internautas, el inicio de nuestras actividades. Somos un colectivo, pero no tenemos ningún vínculo formal o institucional. Ahora nuestro colectivo realiza talleres dirigidos a niñas, niños y adolescentes, charlas sobre masculinidades a diferentes grupos sociales, apoya al Programa de Hombres que Renuncian a su Violencia (PHRSV1) y mantiene un grupo de estudios sobre género, masculinidades y violencia.




¿Cuáles son vuestros objetivos?

Para cada uno de los objetivos hay una estrategia que apunta a actividades concretas.
Para el Auto-conocimiento, nuestra participación en el PHRSV como facilitadores de las sesiones y apoyando el proceso de sistematización de la experiencia.

Para el Político, el desarrollo de talleres a varones, mujeres, niñas y niños, y jóvenes sobre género, masculinidades y violencia; además de participar como colectivo de las actividades convocadas por grupos feministas, de mujeres o LGTB.


Y para la Teoría, la creación de un grupo de estudio, la participación en cursos y la formación académica.

Vuestro trabajo ¿es esencialmente teórico, práctico, o una fusión entre ambos?

Nos agrupamos según tres objetivos básicos, mencionados en el nombre de nuestro colectivo: MAGÉNTA “Masculinidades, Auto-conocimiento, GÉNero, Teoría y Acción”. Los que se pueden encontrar explicados al detalle en nuestra página web: www.colectivomagenta.org. Comprendemos que no hay cómo jerarquizar ninguno de estos ejes. Son los tres igualmente indispensables, así como entrelazados:

El Auto-conocimiento, que es también Auto-cuestionamiento, implica la urgencia de revisar cómo los mandatos patriarcales nos construyen y cómo nosotros mismos contribuimos para su permanencia. Es urgente que expurguemos de nuestras vidas toda forma de opresión sobre las mujeres y otros hombres con menos poder que nosotros.

El Eje Teórico es imprescindible pues necesitamos elaborar comprensiones adecuadas de nuestra masculinidad, tanto a nivel personal como social.

Finalmente, el eje de Acción o Político implica el actuar sobre la sociedad para promover cambios en las condiciones de opresión sobre las mujeres y los grupos sociales excluidos. El patriarcado no es sólo el dominio de los hombres sobre las mujeres; sino, sobre todo, de lo “Masculino” sobre lo “Femenino”. Cuando los dueños de las empresas mineras, con el aval del gobierno peruano, instalan minas en la zona andina, devastando su naturaleza y explotando la mano de obra barata de hombres y mujeres, hay una lógica patriarcal por detrás. Donde los empresarios y sus máquinas están del lado de lo “masculino”, frente a la naturaleza y los pueblos originarios que son “feminizados”.

¿Por qué siendo un colectivo mayoritariamente masculino os preocupáis por la violencia hacia las mujeres?

Porque nos sentimos sensibilizados por esta forma de opresión, socialmente recurrente, que en los países del tercer mundo se ven agravadas por la mayor amplitud del machismo, por la menor inserción social del feminismo o por la ausencia de medios legales efectivos para evitar las agresiones. Sentimos la necesidad de hacer algo al respecto. En el camino, nos encontramos con el feminismo y con la noción de masculinidad y la concepción de poder trabajar con la violencia ejercida por los hombres.

Es mediante el fenómeno de la violencia masculina que el tema de la construcción social de la masculinidad hegemónica se manifiesta en la forma más patente y patética. Adquiriendo significado para todas y todos, al poder ser fácilmente relacionada con experiencias cotidianas en nuestras vidas. Pensamos en el trabajo en masculinidades por la búsqueda de una vida libre de violencia y opresión como una de nuestras principales estrategias.

A nivel político, vemos como necesario que un grupo de varones, cuestionando los mandatos hegemónicos de su construcción identitaria, apoyen y se plieguen a las luchas feministas ya iniciadas desde hace tanto tiempo. No sólo como un acto de consecuencia con lo que pensamos, sino como un necesario gesto político. Todo hombre que sea consciente del sistema sexo-género, y lo implacable que puede ser en la inoculación de “Significantes Amo” de la masculinidad; debe buscar librarse de los mismos en el apoyo a las luchas Anti_hegemónicas. Principalmente, las feministas (Anti_sexistas, Anti_machistas, pero también Anti_capitalistas, Anti_conservadoras, Anti_imperialistas, etc.). Si no estamos involucrados en estas luchas, de nada sirven nuestras palabras.

¿Cuál es la solución a los problemas de la violencia de género?

Ojalá pudiéramos tener una respuesta simple y directa para una pregunta que sentimos tan necesitada de respuestas de ese tipo. Lo más cercano que tenemos a eso son algunas sospechas.

En principio, es importante la participación activa del Estado.
Las instancias de intervención y el rechazo a toda forma de violencia contra las mujeres, están oficialmente validados por el Estado peruano en diferentes documentos internacionales (Beijin, Cairo, Belém do Pará, etc.); pero un Estado que piensa en la violencia contra las mujeres como un tema “relacional” que “debe resolverse en el ámbito de la familia, apostando por su reconstrucción”, no está realmente cumpliendo con lo acordado en relación a la violencia de género. Un Estado, como el peruano, que permite la discriminación de las mujeres en las escuelas militares si estas deciden hacer uso de su capacidad reproductiva, no está cumpliendo con su palabra. Nuestro Estado no tiene palabra cuando se trata de violencia contra las mujeres.

A partir de este punto cabrían innumerables reformas estatales en la búsqueda del respeto a los compromisos internacionales adquiridos. Una de ellas: el abandono de la “Currícula Oculta” que refuerza y legitima las inequidades de género contra mujeres, gays, trans, pobres, personas de ascendencia negra o andina, etc. Por otro lado, el Estado peruano, que ya cuenta con una ley contra la violencia familiar, debe incluir una visión de género en sus procedimientos, además de velar porque esta pueda ser cumplida por todas las personas involucradas en procesos de denuncia (policías, fiscales, jueces, etc.), pero sobre todo por la población en general, promoviendo la equidad en todas sus instancias.

¿Qué acciones realizáis para contribuir a solucionar este flagelo?

Lo que nosotros hacemos, básicamente porque nos sentimos muy bien haciéndolo, es una pequeña gota de agua en el mar de iniciativas que harían falta. Aún así pensamos que es poderoso, y en cierto sentido movilizador, que un grupo de hombres apueste por un cambio en las relaciones de género a partir de su renuncia al poder y privilegios socialmente conferidos a los hombres.

Especialmente, desde nuestro colectivo, apostamos por el trabajo con niñas, niños y adolescentes. Pensamos que es a esta edad cuando más útil resulta un trabajo de reconstrucción de identidades y crítica del poder hegemónico. Jugar con ellas y ellos a la pelota, en condiciones de equidad, ya vendría siendo algo importante en ese sentido. O escuchar un cuento en el que podamos criticar el actuar de los personajes y proponer alternativas de solución a sus conflictos a partir de la reflexión grupal, también.

Nuestros talleres intentan ser lo más sencillos y divertidos posible. Creemos que es la mejor forma de aprender. Además, a partir de la experiencia de trabajo en el PHRSV con hombres adultos hemos comprobado cómo están fuertemente asociados los aprendizajes sobre lo que es “ser un hombre” a situaciones de dolor, pesar y sufrimiento. Así que pensamos que un buen camino para aprender otro discurso es la diversión y el placer de sentirse bien; además del hecho de que las niñas, los niños y los y las adolescentes son las personas más antihegemónicas que existen, y se atreven a cuestionar más fácilmente.

¿Qué consideráis violencia hacia las mujeres en general y en temas puntuales como aborto, prostitución, etc.?

Consideramos como violencia contra la mujer todo el orden social que favorece el acceso de los hombres a los lugares de poder en detrimento de las mujeres. De esta manera, la violencia contra la mujer es algo que está en la lógica misma de todas las relaciones sociales y no hay cómo erradicarla sin cambiar radicalmente estas relaciones, lo que por otro lado no se hace sin la unión masiva de diferentes fuerzas sociales, lo que en el momento actual es algo que parece bastante remoto. Así, nuestras acciones se ven recortadas a objetivos más específicos, pero no por ello debemos dejar de considerar el orden social, en general, como violento contra las mujeres; por más que tengamos que vivir dentro de él.

Creemos que toda mujer debería poder abortar si así lo decide. El estado debería apoyarla en esta decisión y ofrecer los medios necesarios para que su salud sea resguardada. Y, en principio, debería proveerla de la capacidad para poder decidir si aborta o no al quedar embarazada sin desearlo; pero sobre todo, de proveer de métodos anticonceptivos para no quedar embarazada si ella no quiere. Aquí en el Perú esto no ocurre de forma alguna, las leyes penalizan el aborto (a excepción del aborto terapéutico) y las mujeres son obligadas a arriesgar su vida al recurrir a una práctica de aborto en condiciones insalubres e inseguras. Además del hecho que el entorno social también condena la práctica del aborto, de manera que las mujeres ven expuestas tanto su propia vida como su lugar social. Debemos atribuir, entre otras cosas, este grave problema (que cuesta la vida de más de 500 mujeres al año en nuestro país, según las cifras “oficiales”) al ejercicio permanente de la gran influencia política de grupos conservadores de la iglesia católica peruana, la misma que actualmente se empeña en impedir la aprobación del protocolo médico de atención en casos de aborto terapéutico. El mismo que, aunque es legal desde hace muchos años en el Perú, carecía de un protocolo que viabilizara su práctica en los hospitales.

Sobre la prostitución, nos preocupa de sobremanera el que condiciones de supervivencia muy difíciles supongan que una persona deba optar por la venta sexual. Sin embargo, una vez que las condiciones sociales más amplias (neoliberalismo radical, capitalismo tardío, etc.) que condicionan la prostitución no parecen que vayan a sufrir pronto cambios significativos, creemos en la importancia de que la sociedad garantice a estas personas – mujeres, hombres, transexuales y travestis – la posibilidad de tener garantías para su salud e integridad física. En este sentido condenamos la violencia policial, de clientes y proxenetas, que las mujeres y personas trans sufren constantemente, así como el intento de autoridades municipales de expulsarlas de las calles y reprimirlas.

Un punto a parte merecen las niñas, niños y adolescentes en explotación sexual comercial infantil. Las condiciones de esclavitud que están obligadas, mediante el uso brutal de la fuerza, a soportar, es probablemente una de las expresiones más emblemáticas, dolorosas e indignantes de un sistema de relaciones basado en el abuso de poder y en la fantasía de superioridad masculina. Debemos reconocer y denunciar como colectivo que este tipo de esclavitud es una de las peores prerrogativas masculinas.

¿La violencia hacia las mujeres es un problema de orden mundial o sólo de países específicos? ¿Qué significa y de qué manera contribuye para disminuir la violencia el "Auto-conocimiento" de la masculinidad y el trabajo con la identidad?

No hay dudas que es un problema mundial, lo que no implica decir que alcance a todos los pueblos de la misma manera, ni que sea un problema sin solución.
Creemos que es necesaria la unión de los grupos feministas, profeministas y antisexistas de todo el mundo en la búsqueda de potencializar formas de resistencia y de subversión de estos problemas. Aunque suene complicado.

El trabajo del auto-conocimiento, auto-cuestionamiento o deconstrucción de la identidad masculina implica comprender que nos hemos formado como hombres a partir de modelos sociales opresivos, que desde pequeños nos hemos esforzado por mostrarnos más fuertes que los demás y que al fallar seríamos asociados a las mujeres, y que esto sería lo peor que nos podría pasar. Paralelamente, somos obligados a negar nuestras emociones y evitar vínculos sentimentales fuertes; así como no aprendemos (o no nos interesamos por aprender) a tener un compromiso con el cuidado, sea de nosotros mismos, de las personas que nos son más próximas, de la sociedad como un todo o de nuestros hogares.

Asumir esto es asumir que nos hemos estado educando y entrenando para ser personas opresoras. Que hemos estado siendo capacitados desde pequeños para responder con violencia a todo lo que nos parece un intento de doblegarnos por parte de los demás. Que hemos expulsado de nosotros mismos emociones muy importantes para nuestro desarrollo personal y que no tenemos las habilidades necesarias para convivir con otras personas de manera sana, sino esperando que los demás nos cuiden y brinden servicios.
Es necesario asumir esto, porque si no lo hacemos seguiremos incurriendo en los mismos errores, imponiendo violencia física y psíquica a quienes nos rodean y dejando que nuestro entorno y nosotros mismos nos deterioremos.

Pero si lo asumimos, somos capaces de alcanzar modos alternativos de vida que también hemos podido recibir: la capacidad de sentir afecto, de cuidar, de relacionarse de manera más igualitaria: todo esto estuvo también a nuestra disposición, aunque de cierta forma fue ocultado por lo que, sentíamos, era el modelo correcto de ser hombre (el que llamamos hegemónico). La cuestión entonces es cómo reordenar nuestra vida a partir de estos otros valores y así evitar que nosotros mismos reproduzcamos las relaciones de poder contra las cuales luchamos.

¿Qué problemas específicos recogéis en vuestra ciudad, vuestro país o comunidad?

En principio, existen condiciones de excepción en relación al nivel de influencia política y fortalecimiento de grupos conservadores “Pro vida” de la iglesia católica en nuestro país. Si bien estos grupos no defienden más la tradición (concepto dentro del cual se incorporaría la defensa frontal del patriarcado); sus estrategias de influencia han sabido dirigirse por un lado a la formulación, lobby y cabildeo de leyes en contra de las libertades individuales, especialmente de las libertades sexuales. Mientras, por otro lado, haciendo uso argumental de “la defensa de la vida” incluyen “lo natural” dentro del imaginario social como un significante poderoso para el control de las vidas y los cuerpos, sobre todo, de las mujeres. Obviamente dentro del concepto de “natural”, que también ha cambiado (como lo han hecho estos grupos y sus estrategias de acción), se incluye la visión del hombre como “cabeza de familia” o “principal proveedor”; teniendo, dentro de su discurso, a las mujeres “como la ayuda principal del hombre en la casa”. Elementos, no abiertamente a favor de la violencia, pero fundamentalmente machistas y especialmente dotados de una ambigüedad que le permiten pasar casi desapercibidos dentro del discurso contemporáneo (que pretende ser democrático), en el cual se mimetizan.

En otra medida; el estudio multicéntrico de la OMS (Organización Mundial de la Salud) sobre la violencia de pareja y la salud de las mujeres, realizado en veinte ciudades de diez países diferentes mostró cómo el Perú es el país con mayor índice de este tipo de violencia. Cuzco fue la ciudad dónde existe más violencia contra la mujer; ahí, dos de cada tres mujeres fueron violentadas alguna vez por su pareja o ex pareja; en Lima, una de cada dos y fue la tercera ciudad más violenta contra las mujeres. La especificidad aquí entra entonces en la intensidad y en la amplitud de la violencia, que alcanza niveles insospechados incluso para las/os propias/os especialistas.

No es posible dar explicaciones seguras para la razón de esta amplitud de la violencia en el país, aunque sí hay elementos que contribuyen a ello. La herencia ibérica especialmente machista, el pasado colonial que impuso un modelo de familia a las poblaciones originarias, así como una sumisión, de los hombres esclavizados, asociada a la feminización. Los movimientos feministas que si bien importantes y actuantes son de número reducido. La ausencia de un trabajo integral de prevención de la violencia por parte de la sociedad o del gobierno y la negativa explicita del Estado en incluir una visión de género en la Ley Contra la Violencia Familiar y Sexual; así como el recorte sistemático del presupuesto asignado al plan nacional encargado de ejecutar las actividades que desprenden de esta ley.

A nivel local encontramos múltiples problemas; resaltamos aquí la arremetida de la intolerancia frente a las personas trans en espacios públicos. Intolerancia y discriminación manifiesta en situaciones de vulneración a derechos fundamentales reconocidos por nuestra propia constitución como el libre tránsito, la libertad de agruparse, etc. Muchos son los casos en los que son los mismos operadores del orden comunitario (policía municipal o serenazgos, como se llaman en Perú) quienes ejercen esta violencia, también basada en género y relacionada al concepto hegemónico de “masculinidad”.

Así como las situaciones de impunidad de personas integrantes de las fuerzas armadas, que cometieron violencia sexual sistemática contra mujeres, y algunos hombres, en comunidades alto andinas durante el conflicto armado interno que vivió nuestro país durante las décadas de los 80’s y 90’s. Y ya desde hace un tiempo, varios casos de mujeres denunciando situaciones de acoso y violencia sexual dentro de instituciones de formación militar del Estado. Instituciones que, lejos de procurar justicia para las denunciantes, encubren a los denunciados; legitimando así la violencia contra las mujeres como un valor institucional no declarado.

Micaela Fernández Darriba

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